Vivir en un bajo
El 8 de agosto de 2008 publiqué en el diario La Región este artículo
El mes de agosto es un mes de secano para los medios de comunicación, ya que desaparecen de escena muchos personajes que el resto del año alimentan numerosas páginas y horas de información. Cada medio araña noticias de donde puede viendo la luz algunas que en otras fechas del año no serían tenidas en cuenta. La mayoría se inclinan por lo anecdótico y lo insólito. Otros prefieren entrevistas desenfadadas y encuestas en plan estadístico.
Estos días, de todas ellas, me ha llamado la atención una que hacía referencia a que existe gente en algunas ciudades que está optando por vivir en un local comercial, por ser más asequible económicamente que un piso. La noticia era presentada como anecdótica, divertida, guay… No obstante yo entiendo que es todo lo contrario, que la debemos interpretar como un aviso más de la crisis de la sociedad del bienestar.
Ya en el siglo XIX se establecía la categoría social de las familias, o lo que es lo mismo los posibles económicos, por el piso que ocupaba. Así el primero o principal era el más valorado, correspondiendo los bajos y los más altos, estos por falta de ascensor, a los menos pudientes. Escritores como Baroja o Galdós nos ilustran y deleitan en algunas de sus novelas con este escalonamiento social de las casa de vecinos.
En el siglo XX, superado el problema de la altura con la estandarización del ascensor, los bajos siguieron manteniendo el estigma de símbolo de pocos recursos. A medida que el bienestar económico se fue afianzando en nuestra sociedad, los bajos como viviendas desaparecieron de las nuevas construcciones por falta de demanda y para dar paso a los locales comerciales.
El que ahora los locales comerciales se estén reconvirtiendo en viviendas no debemos considerarlo como anecdótico, sino como una doble mala noticia, pues, por un lado está poniendo en evidencia el parón de la actividad comercial y, por el otro, un descenso en la economía familiar que obliga a esta solución que ya creíamos en desuso.
Valorando esta reflexión en sus justos términos, llegamos a la conclusión de que la noticia tiene más calado que un relleno periodístico de verano y se debe interpretar como una alarma más de lo que estamos ya viviendo y de lo que nos queda por llegar.
Ahora todos sabemos lo que ya estaba aconteciendo por aquellas fechas de 2008 y que en aquel momento nos resistíamos a ver. Hoy más de lo mismo, debíamos aprender de la historia aunque, en este caso, apenas tenga quince años.