El entierro de Cristo
Autor: Caravaggio
Fecha: 1602-04
Medidas: Oleo sobre lienzo - 300 x 203 cm.
El Vaticano
La obra se debe a un encargo de Francesco Vittrice para su capilla en la iglesia Nueva de Roma. En 1779 es llevado a París como botín napoleónico y devuelto en 1817 con destino a la Pinacoteca Vaticana. Su autor, Michelangelo Mesiri (1573 – 1609), conocido por Caravaggio por el pueblo del que procedía.
La vida de Caravaggio fue muy azarosa por mesones y tabernas, contabilizándose en ella hasta un asesinato, huidas y peleas. Estos ambientes marginales en los que se movía fueron su gran fuente de inspiración para gran parte de su obra.
Caravaggio fue un pintor revolucionario fruto de su vida desesperada y violenta. Él rompió con el manierismo imperante en las últimas décadas del siglo XVI y encaminó su obra hacia una mayor libertad y realismo. Un realismo que rechaza el clasicismo y vuelve la mirada a la gente corriente y abre camino al Barroco. Sus modelos serán esos personajes que caminan por las calles o frecuentan las tabernas. En consonancia con las ideas religiosas de San Carlos Borromeo que lo acogieron, al contrario que otros sectores del clero y de la sociedad que lo denostaron porque consideraban sus pinturas vulgares y escandalosas.
Las fuentes para la iconografía de El Entierro de Cristo las podemos encontrar en los cuatro evangelios canónicos que, aunque existen diferencias entre ellos en la narración, sin embargo coinciden en que José de Arimatea pide a Pilatos el cuerpo de Jesús una vez que expiró y en que le dio sepultura en compañía de las santas mujeres.
Caravaggio representa la escena en el momento en que José de Arimatea con ayuda de otro discípulo depositan el cuerpo de Cristo sobre la losa, mientras en un segundo plano las mujeres se mueven y gesticulan.
En cuanto a la composición, aparece el sepulcro en primer plano y el punto de vista del espectador es bajo, casi desde la fosa, lo que le lleva a contemplar la escena con un escorzo muy acusado.
Las figuras en disposición oblicua sobre las que cae la luz en diagonal, concentrándose la más intensa en el primer plano y en los elementos más importantes, dejando en penunbra los secundarios. Esta luz también acentuada subraya las expresiones faciales de abatimiento y crispación. Frente a las gesticulación y dolor de las mujeres, se contrapone la inercia del cuerpo de Cristo y la losa de mármol. Llama la atención la poderosa anatomía de Cristo y su brazo de atleta rozando el sepulcro.
En cuanto a la policronomía, se aprecia una audacia popular de colores brillantes. El valor de esta gran composición radica en la mesura de las líneas y masas, pero sobre todo en la unidad plástica de los cinco figuras en torno a la poderosa anatomía del desnudo de Cristo.