Aproximación a la Historia de la Arquitectura Escolar en Ourense (I)

Han transcurrido ciento setenta y un años desde que se creó en la ciudad en 1845 el primer Centro Provincial de Instrucción con sede en el Seminario, que por aquel entonces ocupaba el edificio que ahora es la Casa Sacerdotal. Hoy, con la perspectiva que solo el tiempo permite, podemos estudiar no solo el devenir de este tipo específico de arquitectura, sino también un contexto mucho más amplio que abarca aspectos sociales y políticos, que fueron determinantes para su evolución.

La arquitectura escolar, en general se caracteriza por responder más a la demanda social y a la funcionalidad, que a satisfacer el gusto artístico de su autor o del cliente. Aunque ello no impide de que en ocasiones ambas se aúnen dando resultados muy satisfactorios, llegando a convertirse en edificios de referencia en la ciudad como sucede con el instituto Otero Pedrayo o la Universidad Laboral. Sin embargo, las décadas de los setenta y ochenta del pasado siglo que fueron las más prolíficas en cuanto a número se caracterizan por la construcción en serie y por lo impersonal, mientras, a partir de los noventa ya aparece que la arquitectura escolar se esfuerza en seguir derroteros más actuales. Los años del nuevo siglo, en los que se ha acentuado el envejecimiento de la población y por lo tanto el descenso de la natalidad, se ha ralentizado la creación de nuevos centros.

Las desavenencias del Centro Provincial de Instrucción con los rectores del Seminario fueron las razones más poderosas que llevaron a la necesidad de construir un nuevo edificio para albergar el centro laico. Así en 1869 se coloca la primera piedra, pero el proyecto se dilatará en el tiempo y hasta 1897 no se inaugura. La obra va a conocer a varios arquitectos; el primero, el arquitecto municipal Juan de Redecilla al  que sucede el autor del proyecto definitivo y de parte de mobiliario Antonio Crespo López, aún después de esa fecha, en 1927, a raíz de un trágico incendio en el que arden fondos bibliográficos importantes y parte de mobiliario, el arquitecto Conde hace una ampliación.

Del proyecto se desprende una cierta nostalgia eclecticista, a la que añade elementos en boga en el último tercio del siglo XIX. El edificio se organiza en torno a dos patios, hoy cubiertos con estructura metálica y cristal. La fachada principal junto con el salón de actos, la escalera principal y el mobiliario que se conserva de la época merecen una atención especial. La fachada a la que hacemos referencia se localiza en el lado este del edificio y la define un cuerpo central que se adelanta para dar acceso al interior a través de una triple portada de arcos de medio punto. El mismo esquema se repite en el piso superior circundado por una balconada y rematado por un frontón al que se le ha añadido una torrecilla para el reloj. Las evocaciones clasicistas no sólo están presentes en la estructura arquitectónica del acceso central concebido como fachada-arco de triunfo, sino que se completa con la presencia de elementos decorativos como triglifos, metopas, roleos o pilastras y sólo el escudo de Ourense del frontón le da cierto localismo.

Al salón de actos o Paraninfo se accede por una triple portada, la del centro, de arco de medio punto, está custodiada por dos atlantes en los que la parte inferior de su cuerpo se convierte en cabeza de león. La clave del arco da cabida a una cabeza alada con casco y las enjutas a decoración vegetal. Decoración similar se repite en la parte posterior de la portada. El interior del salón está decorado al gusto de la época, con un sinfín de elementos de inspiración clásica tanto arquitectónicos (columnas, pilastras o arquitrabes) como escultóricos (bustos, cariátides o elementos vegetales). Todos ellos utilizados con gran libertad y acentuado barroquismo, y a los que habría que sumar la policromía del recinto, llevan a pensar en las fantasías arquitectónicas de la pintura pompeyana.

Complemento a esta arquitectura finisecular es parte del mobiliario que aún conserva el centro en la sala de profesores o en la zona de dirección, el más antiguo diseñado por el arquitecto Antonio Crespo, como ya hemos dicho, y el posterior al incendio de 1927 es obra de los Rodríguez, ebanistas de prestigio que trabajaron en la ciudad en la primera mitad del siglo XX. A esto habría que sumar la interesante galería de retratos de varios de los directores del centro, así como un pequeño museo que recoge la evolución del material escolar a lo largo de este tiempo.

 En la década de los años veinte del pasado siglo se realiza el proyecto del que será el primer grupo escolar de la ciudad que llevará el nombre del poeta celanovés Curros Enríquez. Se inaugurará en 1932 coincidiendo con  una política educativa que pretendía fomentar la creación de escuelas de enseñanza primaria.

El centro se construirá en un solar en el que había existido un antiguo lazareto de leprosos y más tarde una capilla dedicada a San Lázaro. Para su construcción se contó con fondos aportados por emigrantes ourensanos. Desde el punto de vista arquitectónico el edificio se concibe con planta rectangular sobre un podio. El cuerpo central va retranqueado y lleva galerías en la primera planta y ventanales en la baja. Los cuerpos laterales llevan ventanas de arco de medio punto en la primera planta y en los extremos dos porches cubiertos. La fachada posterior repite un esquema similar pero no se retranquea. Preside la entrada un monumento dedicado a Curros Enríquez, obra de dos escultores orensanos: Enrique Barros (el busto) y Antonio Failde (la gallega).

Ultimos artículos publicados