La nueva escultura de Xosé Cid
En puertas de cumplir cincuenta años como escultor, Xosé Cid, en el que persiste la misma inquietud que caracterizó sus principios, nos sorprende con la interesante muestra Materia Infinita. En ella, a través de una acertada selección de diecinueve piezas llevada a cabo por su comisario, logra marcar un nuevo jalón de reflexión estética en su larga trayectoria.
Los comienzos fueron difíciles para el escultor que entre constantes dificultades se esforzó en hacer valer su verdadera vocación, lo que le obligó a reorganizar el mapa de su vida. Esta decisión coincide con los cambios que habían comenzado a darse unos años antes en el arte gallego y en los que una joven generación de artistas ourensanos sería decisiva para cimentar sus bases. Xosé Cid se va incorporando paulatinamente, pero sin llegar a asumir el sentimiento de grupo tan arraigado que tenían otros. Sin embargo, aunque cada uno se comporta de diferente manera, todos coinciden en trabajar para poner fin al anquilosamiento que sufría nuestro arte.
El contacto con esta generación le sirvió para desprenderse del marcado acento popular que tenía sus primeras obras, en las que se muestra fascinado por las gentes y los materiales del entorno a los que plasma con sencillez y con mimo artesanal, pero sin concesiones al detalle de la retranca, la ingenuidad o la resignación, rasgos que definen a los personajes de la serie Home e Mulleres da Rábeda.
A medida que se adentra en la escultura, se da cuenta que esta va por otros derroteros por lo que comienza de manera sistemática y autodidacta la búsqueda de un lenguaje moderno. En los primeros años de esta búsqueda coexisten en su obra lo tradicional, muy ligado a evocaciones barrocas, y lo nuevo.
En los años ochenta el mercado del arte autóctono se dinamiza y las instituciones se implican más con promociones y encargos. En este momento el escultor ya tiene un estilo definido que si se hubiese resumido en un solo rasgo sería: la curva. La curva de trazado sinuoso, de formas sugestivas o rotundas; la curva de suaves redondeces o la curva de grandes volúmenes; la curva que en la exclusiva temática de la figura humana arrincona a la recta a algún rasgo del rostro o algún elemento accesorio.
Es también por estos años cuando comienza a trabajar con asiduidad en encargos públicos sobre todo en el apartado de la escultura urbana. Son obras en las que el artista muestra la preferencia por la piedra, por el gran tamaño y los amplios volúmenes y en las que la dinámica de las formas se hace más lenta por el cambio de escala.
A medida que pasa el tiempo estos rasgos se suavizan sin perder identidad ya que mantienen la fuerza expresiva y las formas cóncavas que subrayan los paños que definen el lenguaje corporal de la escultura. El tamaño se reduce y aparecen características fruto de su proceso de buscar la innovación.
Si hoy consideramos que su actual exposición Materia Infinita marca un gran hito en su carrera, lo mismo acaeció en 1989 con la exposición de la recién inaugurada sala de Caixa Ourense, en la que mostraba una síntesis precisa de todo lo aprendido a lo largo de más de dos décadas. En ella su esfuerzo ya se ha materializado en la aplicación de un nuevo lenguaje y de una nueva creatividad más abierta a toda representación, bien sea figurativa o más abstracta, consiguiendo una versatilidad plástica tal como queda recogido en el catálogo de obras presentadas.
Materia Infinita cronológicamente ocupa la década de 2007 a 2017. En este tiempo Xosé Cid pasa más tiempo en la soledad de su taller de A Rabeda, allí, con una posición artística ya consolidada y una firme confianza en sus posibilidades creativas, indaga y explora en su empeño en responder a las nuevas exigencias que se están dando.
El resultado como vemos hoy es el abandono de los grandes volúmenes que tanto definieron su estilo junto con la curva. Esta, siempre aliada del artista, se mantiene pero ralentizando el ímpetu de otras etapas. Ahora, moldea y suaviza las formas auxiliada por el sutil pulido de los materiales, mármol y madera, que crean superficies brillantes en las que la luz acentúa la audaz configuración plástica de algunas piezas. En otras, el capricho del artista rompe esas superficies brillantes de la obra con pequeños toques sin pulir que obligan al espectador a detener la mirada o al escultor la mano cuando acaricia la obra terminada.
La figura femenina, muy presente siempre en su obra, aquí logra mayor elegancia gestual, se vuelve más ligera y en ocasiones inestable lo que contribuye a darle una especial seducción a la vez que exige también una mayor reflexión en la ejecución. La manera de captar estos rasgos muestra una modernidad que no había sido alcanzada por el escultor hasta ahora.
En esta exposición en la que Xosé Cid muestra la esencia de su obra de la última década, no solo alcanza una cima más en su dilatada carrera artística, sino que abre el camino a una nueva etapa de cambios significativos en la que la abstracción será una tendencia a la que él dedicará gran parte de sus indagaciones.