Rosendo Cid ante la duda

Rosendo aprendió de su padre, el escultor Xosé Cid, el valor del trabajo y de ser fiel a si mismo. Desde el punto de vista artístico ambos difieren en la técnica, los materiales y la forma de percibir la obra. Distancias insalvables que acentúan los tiempos que a cada uno le ha tocado vivir y la diferente formación recibida: autodidacta el padre y académica el hijo. Son además dos temperamentos diferentes que afrontan de manera distinta la creación artística y la forma de entender el arte. Sin embargo, los une el respeto mutuo que se profesan, más allá del lazo familiar, lo que les permite compartir en A Rabeda (Taboadela) un interesante espacio expositivo permanente merecedor de ser visitado.

El artista no se considera un escultor al uso como acreditan sus estudios, porque no cree que la estética deba dividirse en categorías, por ello ha elegido un campo de investigación artística multidisciplinar en el que confluyen escultura, fotografía, collage, dibujo o literatura y sin descartar profundizar más adelante también en la pintura. Todas ellas, con una evidente interconexión, van a ser el vehículo expresivo de su creatividad. Esta versatilidad le viene al artista de su conocimiento y admiración por los “ismos”y otros devenires plásticos del siglo XX. Muchas de sus obras nacerán de reflexiones en torno a ellos. 

Rosendo Cid busca sorprender con medios mínimos y por ello recurre a formas simples. Se siente atraído por materiales no artísticos. Colecciona objetos que encuentra al azar y que despojándolos de su significado cotidiano los convierte en objetos plásticos, logrando que transmitan un mensaje diferente para el que fueron creados inicialmente, llegando a producir en el espectador sorpresa, ironía y alguna vez divertimento. En su estudio se mezclan objetos recogidos, inventados, “objets trouvés”como llamaba Kurt Schwitters a las cosas que durante casi una década acumuló en su casa y que le permitían construir desconcertantes montajes sometiendo al objeto a una metamorfosis. Precisamente “Objetos encontrados”se llamará un trabajo que el escultor realiza en 2015.

A lo largo de su trayectoria artística, Rosendo Cid realiza varias series que resultan imprescindibles para la comprensión y evolución de su obra. Pues en ellas describe a la perfección el itinerario desde el objeto hasta que este se convierte ya en obra de arte a pesar, en ocasiones, del escepticismo de su propio hacedor. Con este proceso consigue la humanización de objetos en principio anónimos y anodinos. Cada serie con un título unas veces orientativo y otros enigmático intenta darnos ciertas indicaciones para entrar en su universo. Todas ellas aspiran a transmitir un lenguaje diferente y a dignificar los pequeños objetos. En casi todas está presente la fotografía que interactúa con los diferentes objetos y que en ocasiones llega a sustituir. Este enfoque fotográfico de la escultura lo presenta creando un espacio de luces y sombras como si se tratase de una pieza de bulto redondo. La luz juega un papel decisivo y es uno de los elementos en los que más incide la atención del artista.

En “Esculturas de 1 minuto” (2005)una de sus primeras series, interviene el propio autor en diferentes actitudes al igual que en “365 maneras de estar en el mundo”que pretendió ser un diario del artista sobre lo cotidiano y una exposición y acabó convertida en libro, lo que confirma la delgada línea que separa su obra plástica de su obra literaria.

Lo mismo sucede con series como “Textos y collages”en la que a partir de imágenes previas (collages), varios escritores y poetas realizan una “lectura” de las imágenes. En “Retratos”las ilustraciones sirven a un poemario abecedario experimental basado en un juego del lenguaje.

“Fe de erratas”(2017) fue una de sus últimas exposiciones y en la que muestra ya la madurez alcanzada a través de un proyecto definido y construido a base de materiales e ideas de otras piezas: objeto-esculturas, fotografías, losas de mármol, madera o libro que adquieren una nueva identidad y nuevas claves perceptivas.

Rosendo Cid concibe el arte como una búsqueda indeterminada, por ello el título de su última exposición, aún visitable en Santiago, “La duda es el único estado posible” es algo más que un título, es un estado de animo ante la necesidad de seguir avanzando, de seguir experimentando dentro de ese mundo del arte que el propio artista considera ficción. Se trata de una muestra bien planteada concebida en dos bloques en los que vale la pena adentrarse. Uno, “Antidefiniciones”, son treinta y dos piezas en las que la literatura, que siempre está presente en la obra del artista, aquí se convierte en la protagonista principal con un enfoque ligado o de tributo a la literatura experimental a través de frases cortas precedidas de una negación sobre categorías que confirman el mundo del arte. El otro, “Negro sobre negro”, son cinco piezas de pequeño formato y en tinta negra igual que las anteriores pero sobre fondo negro. En ellas se percibe el homenaje a Malevich que tanto escandalizó con su “Cuadro Negro”.

Para concluir, decir que resulta imposible en este espacio hacer referencia a toda la obra de un artista tan polifacético como es Rosendo Cid, pero si conviene aprovechar la ocasión para llamar también la atención sobre su creatividad literaria, no tan conocida por el público mayoritario como la artística, en parte porque esta última tiende a convertirla en un elemento más de su propia definición, cuando la realidad es que tiene interés propio y como tal debe ser valorada.

 

 

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