Apuntes sobre el panteón de Valentin Lamas Carvajal
En 1834 se inaugura en la ciudad de Ourense el cementerio de San Francisco. En las décadas siguientes se va moldeando su fisonomía dando, con el paso de los años, un campo santo muy heterogéneo en cuanto a la calidad artística de los enterramientos y con un trazado, que el transcurso del tiempo ha vuelto anárquico en algunos sectores.
Las primeras décadas apenas hay panteones que tengan cierto interés artístico. Será a finales del siglo XIX y comienzos del XX, coincidiendo con el despertar burgués de la ciudad, cuando se intensifica la construcción de este tipo de mausoleos. La burguesía va adquirir parcelas para levantar su morada para el Más Allá. En la elección del tipo de enterramiento, además del aspecto económico, también influye el sentido de la muerte, el reconocimiento social y las corrientes artísticas en boga.
Daniel Vázquez-Gulías, el arquitecto de referencia en la modernización que experimentó la ciudad por estas fechas y aunque se apuntó sus mayores éxitos en proyectos para viviendas, también dedicó parte de su creatividad y de su trabajo al diseño de los panteones de las familias más conocidas de la provincia. Dada su formación todos ellos tienen claras connotaciones arquitectónicas, por lo que se puede decir que lleva a pequeña escala los elemento constructivos y ornamentales que definen su obra muy en la línea del eclecticismo decimonónico. Estilo con el que entró en contacto cuando se desplazó a estudiar en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Por aquel entonces este centro era el foco más importante del eclecticismo español, impulsado por un grupo de profesores entre los que se encontraban Arturo Mélida, Enrique Fort y Ricardo Vázquez, de los que Gulías fue alumno. A él corresponderá la autoría del panteón de la familia Lamas Carvajal, uno de los más interesantes de los que realizó para nuestro cementerio y a los que los avatares del tiempo no han tratado por igual, aún teniendo todos ellos en común el autor, el material, la ubicación y fechas.
En el Archivo Histórico Provincial de Ourense se halla la partida de defunción del escritor Valentín Lamas Carvajal:
“mandé dar sepultura… .al cadáver de don Valentín Lamas, escritor público y poeta gallego, natural de la parroquia de la Santa Trinidad y vecino de ésta, de cincuenta y cuatro años, hijo de don José María Lamas, natural de la Santa Trinidad y de Manuela Carvajal, de la ciudad de Lugo. Estaba casado con doña Amalia Rosina Sánchez Gómez, natural de La Guardia (Pontevedra). Murió a las ocho de la mañana del día cuatro del corriente mes en la casa nº 15 de la calle de Reza, después de recibir los santos sacramentos. Fueron testigos del entierro muchas personas y sacerdotes, don Marcelo Macías, profesor del Instituto y don Benito Fernández Alonso, cronista de esta provincia, representantes de la Real Academia Gallega. Y para que conste firmo el presente a 6 de septiembre de 1906”.
En este documento podemos apreciar que no se específica el lugar concreto del enterramiento. Sin embargo en el testamento realizado ante notario el 6 de enero de 1908 por la viuda del escritor, Amalia Rosina Sánchez Gómez, en el apartado en el que manifiesta sus últimas voluntades para su entierro, no solo proporciona información para una cronología más exacta del panteón que nos ocupa, sino también su deseo pormenorizado de cómo debía ser su entierro y la preocupación de dejar las cuentas claras como buena administradora y muller enérxica como acertadamente la definiría años más tarde Blanco Amor.
“Quiere que se la entierre y deposite en la capilla que está edificando en el cementerio y si no la tuviese concluida cuando ocurriese su muerte, que se concluya de edificar por cuenta del dinero que a este efecto tiene depositado en …, y en este supuesto que coloquen su caja mortuoria en una de las sepulturas que han de estar hechas; dejando prohibido que se lleven cintas ni se coloquen sobre la caja coronas ni otra cosa alguna. Y todo lo demás relacionado con sus funerales y sufragios lo deja a disposición de su albacea para cuyo cargo nombra a su hijo don Modesto, quien con el carácter de tal ejecutará todo lo que deja relacionado, incluso la conclusión de la capilla y sepulturas encargándoles siga pagando sus hermandades”.
Por este testamento sabemos que en 1908 la capilla del panteón aún estaba en obras, lo que no impide que el proyecto de Gulías fuese de 1907, fecha que algunos estudiosos le atribuyen a la obra.
Desde el punto de vista formal la obra, construida en piedra, consta de una capilla funeraria y una cripta que alberga los sepulcros. La capilla, muy dentro del gusto de la época, encuentra el equilibrio justo entre el empleo de los elementos de inspiración medieval de los que se nutría el eclecticismo y el fin funerario para el que fue concebida. Es de planta ligeramente rectangular y va cubierta con bóveda de cañón. Su mayor interés artístico se centra en la fachada, una composición muy simétrica en la que un arco peraltado de grandes dovelas, sobre las que se esculpe con una grafía de gusto decimonónico Familia Lamas Carvajal, acoge un tímpano decorado con un altorrelieve de una lograda corona de laurel con cintas entrelazadas. La puerta de acceso custodiada por columnas de fuste corto, con capiteles vegetales y basas decoradas con hojas y bolas, cierra con una verja de hierro con decoración muy sencilla obra de la fundición Malingre cuya familia está emparentada con Lamas Carvajal. Remata la obra una cruz de inspiración irlandesa, ornamento frecuente en el arte sepulcral de este período.
En el interior está presidida por un Cristo de madera, obra de un tallista ourensano del primer tercio del siglo XX. Esta imagen formó parte de un pequeño retablo que hacia los años ochenta tuvo que ser retirado por estar muy deteriorado. Completan la decoración a ambos lados del Crucificado dos cartelas rectangulares de mármol muy de gusto finisecular con los nombres y las fechas de defunción de Lamas Carvajal y de Rosina, su esposa. La de él va decorada con una lira por su condición de poeta y la de ella con una antorcha que desde antiguo aparece ligado al culto funerario. En los muros laterales se conservan varias placas funerarias de diferentes fechas. Dos de ellas recuerdan a Lola y Ángeles, hijas del escritor, fallecidas a comienzos del siglo XX.
El panteón sigue perteneciendo a los descendientes del escritor, ya que en 1999 el Ayuntamiento, previo pago de las tasas establecidas, concede el cambio de la titularidad de la sepultura que pasa de Rosina Sánchez Gómez a sus herederos. En la actualidad es la investigadora Ana Malingre, tataranieta del poeta, la que lucha por mantenerlo en condiciones dignas, pues además de su valor artístico, no debemos de olvidar que en el descansan los restos de uno de los grandes referentes de las letras gallegas, por lo que no estaría de más que las instituciones le prestasen la atención debida.