... que solo se quedan los muertos
Pasada la vorágine del Día de Difuntos y aledaños, los cementerios vuelven a sus silencios y algún nostálgico romántico relee, por última vez en este año, la rima LXXIII (“cerraron sus ojos”) de Gustavo Adolfo Bécquer, antes de dejarla en la librería hasta el próximo noviembre.
Es precisamente esta rima del poeta sevillano la que nos lleva a pensar en esos bellos e interesantes sepulcros del cementerio de San Francisco de Ourense, reflejo de una sociedad burguesa de banqueros y comerciantes que comienza a consolidarse en los albores del siglo XX y que, desde hace décadas, nadie cuida ni visita. Solo la invasora hiedra, decorado de fondo de abandonos y leyendas, pero también símbolo de inmortalidad en la antigüedad, se cuela entre sus piedras o por sus ventanas con total impunidad y sin temor al desbroce municipal. Ella es sabedora que este nunca llegara, porque se lo impedirán la lenta burocracia, las trabas económicas y legislativas y, sobre todo, la falta de concienciación de que los cementerios son patrimonio a conservar.
En el año 2000 este cementerio es declarado Bien de Interés Cultural (BIC). Esto debía implicar una mayor protección y cuidado, sin embargo no sucede así y se puede apreciar que algunos panteones de interés sufren un gran abandono que puede ocasionar daños irreparables como no se tomen las medidas oportunas sin demora. No hay excusa posible cuando la Constitución y el Estatuto de Galicia hacen referencia a la conservación de nuestro patrimonio artístico y luego, ya de manera más explicita, desarrolla la Ley 5/2016, del 4 de mayo, del patrimonio cultural de Galicia. Esta ley, en su título II sobre “Régimen de protección y conservación del patrimonio cultural de Galicia” en el artículo 37 sobre el “Deber de Comunicación”, específica:
- Las personas propietarias, poseedoras o arrendatarias y, en general, las titulares de derechos reales sobre bienes declarados de interés cultural o catalogados están obligadas a comunicar a la consejería competente en materia de patrimonio cultural cualquier daño o perjuicio que sufriesen y que afecte de forma significativa a su valor cultural.
- El deber de comunicación establecido en este artículo les corresponderá también a los ayuntamientos en cuyo territorio se encuentren los bienes en el momento en que tengan constancia de tal estado.
Para constatar lo expuesto, no hay más que volver la vista al interesante muestrario de arquitectura funeraria de comienzos del siglo XX que encierra nuestro cementerio y que en gran parte se deben al arquitecto Daniel Vázquez Gulías. Formado en el eclecticismo madrileño, el arquitecto supo plasmar el gusto de la burguesía ourensana que era una ferviente partidaria de sus formas eclécticas y neomedievales que él mezcla con gran libertad o utiliza indistintamente. Ambas le permiten ese manejo libre de los elementos arquitectónicos que tanto gustaba. Hoy, los ejemplos mas señeros de este capítulo de la obra de Vázquez Gulías puede desaparecer por la inoperancia de los responsables de mantener un legado de todos los ourensanos.
El panteón-capilla de Ruperto García, que están devorando las hiedras sin que nadie ponga remedio, era en 1907 cuando se concluyó, y aún lo es, el más suntuoso y grande del cementerio. Su propietario, hombre de confianza de la banca Simeón en Ourense, era muy conocido entre la burguesía de la ciudad y a pesar de no tener descendencia no reparó en tamaño ni en gastos, 15.000 pesetas de la época. El resultado final fue este monumento referente del arte funerario de una época de importantes cambios sociales y económicos en la ciudad.
Desde el punto de vista arquitectónico, Gulías concibe el mausoleo en dos cuerpos culminado por una cúpula. El cuerpo inferior de marcada horizontalidad acentuada por las columnas de fuste corto sobre ménsulas, por la faja decorativa de hojas de hiedra que lo recorre y por la cornisa que lo separa del cuerpo superior, remata en los laterales con un perfil de hojas trilobuladas y pináculos, alguno de los cuales yacen en el suelo.
El segundo cuerpo, que junto la cúpula son el núcleo visual y representativo, es de menor tamaño y base cuadrada, se deja llevar por los temas ornamentales del gótico flamígero, con decorativos arcos conopiales con pronunciada y ondulada decoración de hojas de acanto y en el intradós hojas de hiedra iguales a las del cuerpo inferior. Estos arcos cobijan a su vez a otros apuntados de carácter estructural. En este cuerpo, la horizontalidad se ve mitigada por el trazado de los arcos conopiales y, sobre todo, por las pilastras de las esquinas, que se prolongan hasta los pináculos además de matizar la dureza de los ángulos.
Los pináculos y la cúpula añaden suntuosidad al conjunto y contrarrestan también la horizontalidad. La cúpula remataba con un ángel de hierro atribuido a la fundición Malingre y que el tiempo echó abajo. Hoy deteriorado, víctima del vandalismo, y descontextualizado se halla en el otro extremo del cementerio formando un pastiche con otros restos procedentes de situaciones parecidas.
La decoración del interior, también muy deteriorada, responde a un planteamiento eclécticista. El retablo que preside la capilla y que acoge a un cristo crucificado de hierro, sigue fielmente los esquemas de los altares neogóticos que, a mayor tamaño, se colocaban en muchas iglesias sustituyendo a los retablos antiguos. En uno de los laterales los sepulcros de Ruperto García y de su esposa se alejan del medievalismo del exterior para acercarse a formas neoclásicas. Completan esta decoración interior una lámpara inspirada en las coronas votivas visigodas y dos repisas sobre ménsulas de hierro.
El análisis global de todo el conjunto, nos muestra como Vázquez Gulías trabaja aquí con distintas posibilidades no sometiéndose a una aplicación disciplinada de las formas neogóticas y dejando paso a formas eclécticas, aunque tenemos que considerar que eclecticismo y neomedievalismo resultan con frecuencia difíciles de separar y máximo cuando los arquitectos de este momento trabajaban en ambos, solapándolos en ocasiones.
A Ruperto García le preocupaba las vicisitudes que pudieran sufrir a su muerte el mausoleo, por ello, dispuso en su testamento una mejora para sus dos sirvientas con el fin de que atendieran sus necesidades y limpieza, cosa que ambas parece ser que cumplieron hasta que fallecieron.
No podemos cerrar este artículo sin hacer referencia expresa a uno de los mausoleos que en este momento se encuentra en situación más crítica. Se trata del de la familia Romero. Fundadores de la banca Romero que en pocos años pasaron de ser referente económico, más allá de la provincia, a la quiebra total con la huida y detención posterior de su último responsable.
Del panteón-capilla de los Romero se conserva un proyecto anterior, sin parentesco estilístico con el actual que es más austero y de mayor simplicidad en el esquema y la decoración. Obra también de Vázquez Gulías sigue modelos neogóticos, pero esquematizando los elementos que los definen y centrando la atención en el cuerpo principal que alberga la puerta de acceso de arco apuntado y enmarcada por bolas y una ventana trilobulada.
El interior es una ruina con boquetes en el techo y las paredes rezumando humedad, mientras, inexplicablemente, un altar de madera de inspiración neogótica mantiene su dignidad, suponemos que por poco tiempo como no se ataje la situación de inmediato.
Podíamos seguir enumerando muchos más víctimas de esta penosa situación. Pues estos no son más que un par de ejemplos para despertar el interés de la ciudadanía que debe exigir a quién corresponda, sea particular o institución, que pongan remedio inmediato y definitivo a este abandono y deterioro.