El Patrimonio artistico como motor económico

Cuando en las zonas rurales de muchas provincias, independientemente de su ubicación geográfica, el envejecimiento de la población y la falta de una renovación generacional y de oportunidades, las está llevando a una situación límite, aparece en boca de todos “La España vaciada”. Bajo este paraguas se intentan acoger todo aquello que afecta a estas zonas victimas de despoblación por falta de empleo y recursos. Se hacen reflexiones, se plantean cambios y se buscan alternativas. Si bien es cierto, que todas estas propuestas están sobre el papel y en foros de debate. También, no es menos cierto, que pocas llegan a ponerse en práctica. 

El tema es complejo y exige un verdadero compromiso económico y social, así como un estudio pormenorizado de las áreas afectadas para optimizar su competitividad. Es precisamente ahora, en tiempos de crisis, cuando más se agudiza el ingenio y también el momento de transformar la dificultades en desafíos. Uno de estos, entre los muchos e interesantes propuestos para fijar población en el medio rural, es poner en valor nuestro rico patrimonio artístico y cultural para que permita, en sus dos vertientes de dar y recibir, fijar y atraer a esa población a núcleos que tienen un interesante potencial que ofrecer en estos campos y favorecer así su desarrollo económico.

Factor decisivo para el éxito es mostrar un patrimonio debidamente custodiado, conservado e informado con una gestión profesional solvente que facilite el acceso, un transporte público eficiente siempre que sea posible, y además que dispongan de todos los servicios que se requieren para la seguridad y el bienestar del usuario; de la buena y acertada planificación de los servicios comprometida con el entorno dependerá en gran medida el éxito de estos proyectos. Para poder lograrlo, teniendo en cuenta la falta de recursos económicos de estas zonas, se necesita para su puesta en marcha, una implicación de la Administración, no esporádica sino con organismos específicos destinados a este fin en el que tendría cabida el asesoramiento, la financiación y la difusión y también el estudio y además promover aquellas soluciones creativas particulares que sean de interés y que con frecuencia no suelen ser las más costosas.

La implicación de la población del entorno en estos proyectos resulta imprescindible y debe de hacerlo creyendo en él, aceptando los cambios que en ocasiones pueden acarrear, pero sobre todo con ilusión. Unas buenas vías para canalizar esto son las asociaciones culturales o de vecinos y plataformas, que guiados por un buen asesoramiento adaptado a sus peculiaridades resultan un motor de generar ilusión y concienciación de gran interés y desinteresado.

Corresponde a la Administración promover e informar de las opciones con las que particulares, oriundos o foráneos, pueden contribuir a la conservación y promoción del patrimonio, sobre todo de aquel más discreto o en vías de desaparecer, pero qué no obstante puede convertirse en tabla de salvación de un pequeño pueblo. Por ejemplo, el micromecenazgo que ahora tanto lo facilitan las redes sociales, resulta un arma muy eficaz para poner en valor no sólo el aspecto material sino también la solidaridad. 

Por último, los ayuntamientos deben ser el nexo imprescindible entre los distintos protagonistas de esta puesta en valor que tienen que saber salvar en unas ocasiones las dificultades y aprovechar en otras las ventajas que presenta un estado tan descentralizado como el nuestro. Además, les corresponde aunar y completar su riqueza patrimonial con otras ofertas que abarquen varios ámbitos, pero haciéndolo con responsabilidad y sin confundir ni invadir los espacios específicos de cada cual, error este que se comete con frecuencia y así vemos como, equivocadas y mal planteadas, puestas en valor del patrimonio cultural y artístico que acaban fagotizadas por la masificación y, lo que es peor, por la chabacanería, repercutiendo a medio plazo en su contra. Por lo tanto, una de las metas a alcanzar, es poder asegurar una óptima interrelación entre las distintas ofertas que determinados lugares pueden ofrecer en los apartados de cultura y esparcimiento

Estas propuestas encaminadas a poner en valor la riqueza cultural para que se convierta en un motor económico, no debe hacernos olvidar a las gentes de las zonas vaciadas a las que es necesario incentivar. Son ellos indudablemente el principal motor, por lo tanto, su bienestar y felicidad cultural es imprescindible. El hacerles llegar una oferta cultural rica y contemporánea en directo o a través de diferentes medios de comunicación y sobre todo de una televisión veraz en la información y alejada de los tipismos en el entretenimiento y lo cultural. Así como un acceso a Internet en igualdad de condiciones que las zonas urbanas que ponga fin a la tan invocada brecha digital, forma retórica de discriminación.

En la crisis de 2009 la Cultura y el Patrimonio se convirtieron en las víctimas propiciatorias de los recortes presupuestarios. hoy inmersos en otra gran crisis deseamos que nuestra mirada alcance a ver ya en clave de presente la capacidad de generar empleo y fijar población que pueden tener bien gestionadas. Todo indica que una vez superado este periodo tan doloroso y difícil de nuestras vidas experimentemos cambios sociales que nos lleven a “pisar freno”, a dedicar más tiempo a la familia y a nosotros mismos, a buscar entornos “libres de estrés” con encanto, arte y naturaleza, una sabia combinación que puede ofrecer importantes oportunidades desde unas perspectivas económicas y sociales. Las noticias aparecidas en la prensa últimamente apuntan en ese sentido y a la demanda de lugares que reúnan estos requisitos, bien para primera vivienda,  bien como lugar de escapada en el que también se desea tener casa propia. 

 

 

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