Recordando a Rosalía de Castro en el Día de las Letras Gallegas

Monumento a Rosalía De Castro. Santiago de Compostela. 1917

Después de haber transcurrido 139 años de su muerte, Rosalía de Castro sigue siendo la figura más universal de las letras gallegas. Hito por excelencia de la fiesta de la lengua gallega que se celebra todos los 17 de mayo desde que se institucionaliza el Día das Letras Galegas, en 1963, coincidiendo con el primer centenario de la publicación de Cantares Gallegos (17 de mayo de 1863), obra de referencia de la poetisa.

Pero además a lo largo de todo este tiempo a Rosalía se le han tributado por la geografía gallega infinitos homenajes de todo tipo. Entre todos ellos los más perdurables son las evocaciones en piedra y bronce, esculturas, que con el paso del tiempo se han ido convirtiendo en hitos de gratitud y admiración hacia la poetisa en nuestros espacios públicos.

El primer monumento que se dedica a la escritora se inaugura en Santiago en 1917 con motivo del ochenta aniversario de su nacimiento, a partir de esa fecha se han erigido cerca de una veintena.

Al tratarse de un número tan elevado de obras es comprensible que nos encontramos con diferentes materiales, escalas, estilos y calidades. En general, gran parte de ellas se pueden definir como "discretas" en cuanto a la calidad formal y nada innovadoras, no ya, en cuanto las esculturas en general, sino también en cuanto a la iconografía de la escritora. Quizás la más interesante de todo este catálogo rosaliniano sea la que se erige en Santiago y por ello la traemos hoy aquí. Su autoría se debe al madrileño Francisco Clevilles, escultor muy conocido por participar en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de la época y que precisamente, junto con el arquitecto Isidro de Benito, consigue en una de ellas una medalla de plata por este monumento A Rosalía de Castro.

Monumento a Rosalía De Castro. Santiago de Compostela. 1917

Escultor y arquitecto conciben la obra siguiendo muchas de las pautas de los monumentos conmemorativos de finales del siglo XIX, en el uso del material, en la abundancia decoración, y en la utilización de alegorías y tópicos.

El cuerpo principal del monumento está enmarcado por una gran lira que sirve de fondo a la figura sedente de Rosalía en actitud pensativa y melancólica. Es esta la parte más lograda de todo el conjunto, aquí, el habitual bronce reservado para el homenajeado en el siglo XIX es sustituido por el mármol.

En la cara posterior se ha colocado una pareja de jóvenes esculpidos en piedra y ataviados al uso de la región. Ellos representan "la despedida", aludiendo a la emigración, tema del que la escritora era una buena conocedora. Sin embargo, hay que reconocer que los intentos de llevar los sentimientos a la piedra han quedado en lo anecdótico, en el tópico de los gallegos que recogen las ilustraciones de la época, muy por debajo del mensaje literario. En esta ocasión la piedra ha resultado ser más blanda que la pluma a la hora de plasmar un problema social tan enraizado en Galicia. La melancólica escena se completa con una cartela que recoge unos versos de Adiós ríos, adiós fontes. El conjunto remata con un último cuerpo en el que los escudos de las cuatro provincias gallegas sirven de base a la corona de España.

Monumento a Rosalía De Castro. Santiago de Compostela. 1917

El monumento a Rosalía de Castro en Santiago, además de las aportaciones artísticas y de su contribución a la escultura pública de comienzos de siglo, también podía haberse prestado para la exaltación del nacionalismo si tenemos en cuenta la personalidad de la homenajeada y que coincide con un momento de reivindicaciones importantes en este campo. Basta recordar que en 1916 tenía lugar la llamada de Villar Ponte a los intelectuales para reivindicar la cultura y la lengua gallega. Sin embargo, todo el monumento se aleja de lo que podía ser la idea galleguista, desviándose en unos aspectos por el camino de lo folclórico y, en otros, sometiéndose a la grandilocuencia de la moda del monumento conmemorativo que aún imperaba a comienzos del siglo XX.

En la inauguración la banda de música tocó la Marcha Real y el Himno de Rosalía compuesto por Valverde sobre unos versos de Cabanillas, pero no interpretó el Himno Gallego lo que originó críticas en la prensa de los días posteriores.

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